Siguiendo con la lectura del profesor Pablo Fernández y su obra maestra “Valoración de Empresas, Cómo medir y gestionar la creación de valor“, he decidido centrarme en este artículo en uno de los propósitos que el autor destaca: la planificación estratégica.
El autor empieza indicando la diferencia entre valor, al cual otorga un significado de utilidad para cada una de las partes (normalmente comprador y vendedor), de precio al que define como “la cantidad a la que el vendedor y comprador acuerdan realizar una operación de compra-venta de una empresa”.
Es evidente que, en cuanto al concepto de valor, la percepción entre las partes será muy distinta. Por un lado, la parte vendedora estará interesada en saber el valor mínimo por el que debería aceptar la operación, de otro lado, la parte compradora querrá corroborar el valor máximo que estaría dispuesto a pagar por lo que entiende que dicho negocio le pueda aportar.
Y es que, también por otras fuentes de carácter institucional, como por ejemplo el Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES), los componentes principales en el proceso de planificación estratégica son:
- Misión, entendida como una descripción de la razón de ser de la organización (¿Quiénes somos, qué hacemos, para quiénes?).
- Visión (¿Cómo queremos ser reconocidos?).
- Objetivos Estratégicos (¿Dónde queremos ir?, ¿Qué resultados esperamos lograr?).
- Estrategias y Planes de Acción (¿Cómo puedo alcanzar los objetivos o llegar a los resultados esperados?)
Comenta el profesor Fernández que algunos de los propósitos que pueden conseguirse en dicha planificación, también en casos relativos a los diferentes departamentos y unidades de negocio, son decisiones del tipo:
- ¿Qué productos o líneas de negocio concluyo mantener, potenciar o abandonar?
- ¿Debe seguir mi Compañía presente en una zona geográfica determinada, en un país en concreto?
- Un determinado cliente, ¿aporta o quita valor?
- ¿Qué impacto tienen las políticas y estrategias de mi negocio en cuanto a creación o destrucción de valor?
Se me ocurre una manera sencilla de reflexionar sobre estas cuestiones. Con una sencilla matriz en la que, de una parte, se enumeren los distintos componentes susceptibles de valoración; de otra, tres columnas con las afirmaciones mantener, potenciar y abandonar. Nos daría una visión general de los puntos en los que incidir, por supuesto, teniendo bien planteadas las fases antes mencionadas.
Otros propósitos destacables como utilidades a tener en cuenta en una valoración de empresas son:
- Procesos de arbitraje, requisito imprescindible a presentar por las partes que tienen disputas sobre un determinado precio.
- Herencias, como medida comparativa entre los bienes y el valor de las acciones.
- Cotizadas en bolsa, para decidir comprar, mantener o vender, en función de su valor de mercado y nuestro estudio.
- Salidas a bolsa, interpretando si el precio que se exige es, o no, el adecuado.
- Continuidad de la empresa, esto es, planteamientos relativos a seguir, fusionarse, crecer, comprar otras Compañías, …
- Value drivers, identificando fuentes que crean o destruyen valor.
- Sistemas de remuneración, analizando qué aportan los directivos, departamentos o empresas del grupo a la “causa”.
Si eres empresario y te apetece profundizar en algunos de los conceptos que te he descrito, no dudes en contactar conmigo.
Es muy posible que no te hayan hecho estos planteamientos y creas, como yo, que son fundamentales para seguir tu camino y tomar las mejores decisiones.